Recorriendo vidas imposibles
Promiscua longitud
Una estéril cortina en mi sombría habitación ocultando el zarandeo brillante de las estrellas,
veteadas por aquello que fue día
La cara del ángel nunca asoma en mis sueños
Calles repletas de moribundos pensamientos
las criaturas nunca se olvidan
todo se parece a mí
todo se parece a mí
ahogadas en oscuros sueños de teatro
Si de una estrella naciera, fuera mi mente
Mis oníricas sensaciones palideciendo, levitan,
en una ciudad dormida entre la oscura lluvia de nubes infrahumanas,
y nada las perturba
¡Omnipresentes!
El viento peligroso sacude con su lánguido rímel a las antenas erectas,
fijadas a techos que seducen lunas, perforados con la sabia y el óxido de extrañas criaturas,
frente al sonido del grillo luchando contra la perenne roca de hueso milenario
Riman acordes desde su rabia eléctrica
En dirección al clima del hombre acostado, hombre transformado en ánima cuando duerme
Me aturdían presencias amarillentas y enmohecidas, movimientos de cascabel flácido,
la verborrea de tormentas en mis neuronas
inquietaba mi animosa voluntad
planeando sobre negros charcos donde me dejaba caer
El apocalipsis me acompañaba con rostros de mujer tornando en excitadas gotas
El apocalipsis me acompañaba con rostros de mujer tornando en excitadas gotas
Su fertilidad no conoce carne,
no duerme su tacto, la noche, de cielo pantanoso, siempre presente, siempre noche
Indómito, aquel recorrido sucio,
esparciendo cartas del inacabable ruido en el dormitorio de la angustia asumida
Y nunca escuché sus sonidos, son pleamar las imágenes en los cantos del gorrión,
Y nunca escuché sus sonidos, son pleamar las imágenes en los cantos del gorrión,
ese animal bendecido por la jaula, a la sombra de mi excitación,
eran brumas mordidas por los chasquidos estrafalarios de un claxon,
arrugando y atemorizando sus paupérrimas plumas
¿Dónde acabaría la bella locura de su vuelo libertario?
¿Quién girará su cabeza, tímidamente, entre los huecos que se abren a los pies de mi insondable profundidad?
Viejas ramas, fantasmas eran en el exilio, colgaban a modo de grito entre los cansados árboles,
Viejas ramas, fantasmas eran en el exilio, colgaban a modo de grito entre los cansados árboles,
sois vosotras un crujido sobre el embriagado asfalto,
un quejido de la noche borracha, mi reino de formol
Vieja es la nube que despierta. Olivos, siempre olivos, amados por la edad perpetua
Armados de coloso
Guardo gritos bajo las tumbas de mis sueños
Famélico, mayestático, el roce con sus hojas secas
Se diluyen las mañanas sin saber que duermo...
Fui un ángel acostado en el desierto de la noche
bajo el manto del miedo colosal
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