En la frente hay
agreste muerte y eternidad
acordes, no sucederá
un final
sin la dulce palabra
¿escucháis ?
la fría frente
entre medusas y presencias
de esta lúgubre distancia
estremece el canto del gallo
tan lejos el miedo grita
¡seas, entre todas las mujeres!
pero aún
es momento de danza
en este solitario paraje
donde tan solo
a ti te escucho
JLCollado
RESEÑA:
Poema 127 — Los mejores deseos es una pieza breve, pero profundamente evocadora. Desde sus primeros versos, el texto nos sumerge en una atmósfera de distancia, misterio y deseo suspendido. La voz poética parece moverse entre la muerte y la eternidad, entre la frialdad y la danza, en una búsqueda incesante de algo que aún no se ha dicho: la dulce palabra.
Esa palabra no se nombra, y en ello reside su poder. Es promesa y ausencia, conjuro y vacío. El poema vive en ese espacio intermedio donde el lenguaje apenas alcanza a tocar lo que se siente. Su ambigüedad no confunde: invita a habitar la incertidumbre, a aceptar que la belleza puede nacer del no saber, del esperar.
La musicalidad de las imágenes —“fría frente”, “distancia lúgubre”, “canto del gallo”— refuerza la tensión entre lo visible y lo invisible, entre lo que se dice y lo que se calla. Todo en el poema parece vibrar al borde de algo que está por suceder, pero nunca sucede del todo.
Al final, Los mejores deseos no es solo un poema: es una espera. Una invocación poética a aquello que solo puede decirse cuando las palabras dejan de ser suficientes.